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Diez consejos para disfrutar del turismo gastronómico sin riesgos

Viajar o estar de vacaciones no es incompatible con comer de forma saludable

Más de 260.000 turistas visitaron España en 2018 atraídos por  la cocina local, un 16,7% más que el año anterior

Sancocho en Colombia, ceviche en Perú, Bún bò huế en Vietnam, gulash en Hungría… Descubrir la gastronomía del lugar que visitamos se ha convertido en un atractivo más a la hora de decidir un destino turístico. Como señalaba Isabel Oliver, secretaria de Estado de Turismo en funciones, en el Foro Mundial de Turismo Gastronómico celebrado en el mes de mayo, el año pasado «más de 260.000 turistas visitaron España por su gastronomía, un 16,7 % más que el año anterior», lo que supuso una facturación de más de 18 millones de euros. Y, al igual que nuestra gastronomía es un reclamo para los extranjeros, nosotros también nos sentimos atraídos por la cocina local de regiones diferentes a la de nuestro lugar de origen.

Se trata de una manera de adentrarnos en otras costumbres y tradiciones, conociendo una de las mayores expresiones de la cultura que existe en las sociedades locales. Pero para poder disfrutarla al máximo y al mismo tiempo seguir manteniendo una dieta saludable que beneficie nuestro organismo, los expertos recomiendan seguir estos diez consejos:

Cuidado con los bufés

Muchos paquetes turísticos incluyen bufés en los que podremos probar la cocina local. Según explica Anna Bach, profesora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), tener la posibilidad de servirnos la cantidad que queramos del plato que deseemos «puede ser una buena opción, pues tienes la posibilidad de escoger entre una gran variedad de ensaladas que suelen estar siempre presentes, así como ponerte poca cantidad de alguna preparación que sea más densa energéticamente, sin tener que comer un plato o ración completa. Pero, por otra parte, ofrecer tanta variedad de platos puede inducirnos a comer más, incluso aunque no tengamos hambre, por sentirnos atraídos por el aspecto».

De ahí que su recomendación sea tomar como referencia un plato grande y llenarlo de la siguiente manera: una mitad, con ensalada o verduras, y otra mitad, con los platos que nos apetezca probar. En cuanto al postre, una buena idea es «medio plato pequeño con fruta completando el resto con algún capricho si así lo deseamos, pero siempre intentando imitar las proporciones de un plato saludable», continúa Bach.

Comer sin llegar a saciarse por completo

Los excesos no suelen ser buenos aliados y, en alimentación, esa máxima no es ninguna excepción. «La recomendación general sería intentar comer sin llegar a sentirse saciado, priorizando platos vegetales (ensaladas, verduras…) tanto como primeros y guarniciones, y tomando porciones más pequeñas de platos que contengan salsas, empanados, frituras...», aconseja Alicia Aguilar Martínez, profesora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC, quien también recomienda limitar las bebidas alcohólicas, «ya que su contenido energético es elevado, además de que en sí mismas no son saludables».

Higiene

En casa resulta sencillo controlar los elementos que pueden hacer peligrosa la ingesta de fruta y verdura cruda: basta con mantenerlas separadas de alimentos crudos de origen animal como carne, pollo y mariscos; lavarlas con agua corriente, así como los utensilios de cocina y las superficies de preparación de alimentos, para que no entren suciedad o gérmenes en la superficie cuando se corten, y refrigerar las frutas y las verduras que se hayan cortado, pelado o cocinado durante las dos horas previas.

Sin embargo, cuando viajamos no contamos con ese control sobre frutas y verduras, por lo que, si tenemos alguna duda sobre la higiene de los alimentos crudos, es preferible no consumirlos, especialmente cuando se trata de grupos de población vulnerables. «Cualquier persona puede contraer una enfermedad transmitida por los alimentos, pero las personas de ciertos grupos tienen más probabilidades de enfermar y también de tener una enfermedad más grave. Esos grupos son los niños menores de 5 años, las mujeres embarazadas, los adultos mayores de 65 años y las personas con sistemas inmunitarios debilitados», señala Anna Bach, directora del máster universitario de Alimentación en la Actividad Física y el Deporte de la UOC.

Un poco de orden

Un error frecuente durante los viajes es que sigamos una alimentación más «desordenada» tanto en la composición de los menús como en horarios y cantidad. Además, «la falta de planificación puede suponer también que acabemos abusando de algunos alimentos y dejando de lado otros, ya sea porque nos gusten menos o porque su oferta sea menor», advierte Alicia Martínez, directora del máster universitario de Nutrición y Salud de la UOC. Conviene tenerlo en mente para intentar ajustar la cantidad, seguir un horario y procurar comer variado siempre que nos sea posible.

Disfrutar de los mercados locales

Los mercados se han convertido en las últimas décadas en un reclamo cultural y turístico de primer orden. Como explica el director de la Cátedra UNESCO de Alimentación, Cultura y Desarrollo y profesor de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC Francesc Xavier Medina, «la posibilidad de sentir el pulso de una sociedad, de acercarse a sus gentes y a sus productos, ha favorecido que cada vez más turistas encuentren en estos espacios un atractivo singular que los hace dignos de ser visitados», dice animando a conocer de cerca la cultura a través de la comida. La única precaución que debe tenerse es la de aplicar el sentido común. «En referencia a todo lo que se come y se manipula, tanto en los mercados como en los puestos de comida callejera, hay que tener determinadas precauciones, especialmente en relación con las normas de higiene. No podemos hablar de manera genérica de cualquier lugar o país. Pero, en cualquier caso, es evidente que en relación con la comida hay que tener determinadas precauciones, que son las que impone simplemente el sentido común», señala.

Dejar que el cuerpo se acostumbre

Al explorar la cocina local es posible que algunos de los sabores de los productos o platos que probemos sean muy distintos a los que estamos acostumbrados en nuestros lugares de origen. «No es extraño que encontremos muy picantes, por ejemplo, algunos platos que consumimos en lugares como México o Nepal. Y, para algunas personas, esto puede implicar problemas estomacales o gástricos debido a la falta de hábito. No únicamente en relación con lo que se come, sino también con el cambio de agua o de contexto en general. Por eso debe prestarse atención al cuerpo, no intentar forzar y consultar a un profesional si los problemas están fuera de lo común o son persistentes», señala Francesc Xavier Medina.

Así, se recomienda probar al principio pequeñas cantidades «para valorar tanto la tolerancia como si nos gusta. No solo el picante puede ocasionarnos cierto malestar si no estamos acostumbrados, también puede hacerlo cualquier alimento o preparación (especias no habituales en nuestra cocina, grasas utilizadas…)», advierte la profesora Anna Bach.

Fijarse en la temperatura a la que se sirven o mantienen los platos en el bufé

Los alimentos deben mantenerse por debajo de 5 °C o por encima de 65 °C para evitar la proliferación de microorganismos y así disminuir el riesgo de infecciones e intoxicaciones alimentarias.

Carnes y pescados, bien hechos

Por prudencia, es aconsejable pedir que la comida esté adecuadamente cocida. Ciertos alimentos, como la carne, el pollo, los huevos, el marisco y el pescado, deben cocinarse a una temperatura que sea lo suficientemente alta para eliminar los microbios dañinos que podrían tener. Por eso, los expertos recomiendan devolver el plato para que lo cocinen más si en un restaurante sirven carne, pollo, pescado, mariscos o huevos poco cocidos.

Limitar el consumo de refrescos

Durante las vacaciones solemos aumentar el consumo de refrescos, un producto que tiene una relación directa con la aparición de sobrepeso, obesidad, diabetes tipo 2 y todas las enfermedades relacionadas con el síndrome metabólico. Como explica Laura Esquius, profesora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC, «los azúcares libres de los refrescos aportan calorías innecesarias. Por ello, un consumo elevado se asocia a una mala calidad de la alimentación, a la obesidad y a un riesgo más elevado de sufrir problemas de salud crónicos». Esquius recuerda que la OMS recomienda reducir la ingesta de azúcares libres a menos del 10 % de la ingesta calórica total, aunque se sugiere que una ingesta de menos del 5 % tendría beneficios de salud adicionales. «Estos porcentajes representan, por ejemplo, para una alimentación de 2.000 kcal, una cantidad de azúcares de 50 g (el 10 %) y de 25 g (el 5 %). Una lata de 330 ml de una bebida azucarada o refresco ya aporta unos 37 g de azúcar de media», indica la profesora, miembro del grupo de investigación FoodLab de la UOC.

Regresar a la rutina

Como último consejo, los expertos recomiendan recuperar rutinas saludables a la vuelta del viaje si no hemos podido hacerlo antes. «Cambiar nuestra alimentación durante diez o quince días de vacaciones no suele suponer un gran problema, ya que su impacto va a ser relativamente bajo. Pero sí que es importante regresar a unos hábitos saludables a la vuelta: priorizar el consumo de alimentos como arroz, pasta, legumbres o pan; tomar cinco raciones diarias de frutas y verduras, y de tres a cinco cucharadas de aceite de oliva; comer más pescado que carne...», señala Bach, miembro del grupo de investigación FoodLab de la UOC, añadiendo que lo importante es recuperar el número y la distribución de comidas diarias, moderar la cantidad y eliminar «extras» más habituales en vacaciones, como el alcohol, los postres o los aperitivos.

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